16 de septiembre de 2014

MI HOMBRE TAMBIÉN SE EMBARAZÓ


¿Alguna vez has escuchado que las parejas de las embarazadas sienten también los vómitos, los antojos y los dolores?


Pues bueno, después de algo de lectura me di con la sorpresa que a este fenómeno se le conoce científicamente como el Síndrome de Couvade. La ciencia lo sigue estudiando hasta la fecha pero aún no se sabe con certeza qué lo provoca. Hay investigaciones de corte evolutivo, psicológico, químico y hasta hormonal  donde intentan explicar la razón por la cual las parejas (e incluso los familiares más involucrados con el embarazo) tienen los mismos síntomas que la mujer durante su embarazo.

En mi caso mi novio tuvo el primer síntoma a partir del cuarto mes de embarazo cuando se le quitó el gusto por las cosas dulces y le agarró amor a las cosas saladas.  Pero para que comprendan la gravedad del asunto tengo que decirles que mi novio es el hombre más dulcero que he conocido en mi vida. Él no puede seguir su día si no se come su postre después del almuerzo, está siempre atento a las pastelerías que abren en la ciudad y se molesta si me olvido de comprar una bolsa grande de manjar semanalmente. Tiene varias tortas favoritas dependiendo de la pastelería donde la compre y es un pecado no darle una torta entera para su cumpleaños (una para él solito). Él es también un hombre que disfruta comer galletas y, hasta el año pasado, fue el cliente estrella de la tiendita cerca a nuestra casa. Al ver que no nos salía a cuenta comprar las galletas individualmente, terminamos por comprar dos six pack de galletas semanales cada vez que íbamos al supermercado a hacer las compras (sí, entendieron bien, se empujaba 12 paquetes de galletas semanalmente). La cosa era así de clara y él era definitivamente un hombre dulcero.

Pues bueno, en el cuarto mes de embarazo me di con la sorpresa que la bolsa jumbo de manjar que había comprado hace dos semanas seguía intacta en la alacena. Ya no me decía para ir a comer tortas y por el contrario lo oía diciendo que tenía ganas de aceitunas saladas, jugo de frutas, piña picada, ganas de ir a la cebichería, de comer pollo a la brasa, de ensalada de palta, de tomar limonada helada, etc. Sí, seguía comiendo sus galletas favoritas y disfrutaba de vez en cuando el sabor de un pastelito, pero las raciones bajaron considerablemente desde entonces. Lo cierto es que a partir de ahí terminó comiendo cosas que a mí siempre me gustaron y que con el embarazo incluso disfrutaba más. Así pasaron los meses y por fin me di cuenta que en 8 años (tiempo que llevábamos juntos hasta ese entonces) por primera vez coincidíamos con lo que queríamos comer y con los restaurantes que queríamos visitar.

Pero bueno, la identificación de mi hombre con nuestro embarazo no solo se limitó a la alteración de su paladar, sino a cuestiones incluso más orgánicas.
Cuando yo tenía mis episodios de cólicos de gases y dolores de estómago (que usualmente duraban unas semanas), él aparecía repentinamente con los mismos síntomas y terminábamos tomando la misma medicina para aliviarnos. Lo mismo sucedía con los dolores de espalda. Cuando se hacían insoportables, poco nos faltaba para turnarnos y masajearnos el uno al otro.

Cuando mi mamá estaba embarazada de mí, mi papá tuvo todos los vómitos y nauseas. Me cuentan que mi mamá vomitó poquísimas veces durante su embarazo pero que mi papá sufrió durante varios meses con estos síntomas. Dice él mismo que incluso le daba asco el olor de las frituras y que le daban antojos de frutas. También me cuentan mis suegros que cuando estaban embarazados de mi novio, mi suegro durante todo el embarazo tuvo unas alteraciones en la piel un poco extrañas. Se hizo ver por muchos doctores y siguió bastantes tratamientos inútiles, pero solamente se le quitaron las ronchas cuando mi suegra dio a luz.
Tengamos en cuenta que en esas épocas no se hablaba de este síndrome y que incluso podría verse como un signo de derrota al patriarcado por considerarse debilidad masculina. Así que hasta el momento en que yo escribí esta publicación, no tenían muy claro qué era lo que les había pasado ni por qué. Mi papá seguía pensando que tuvo la peor intoxicación estomacal de la historia por algo que había comido y ni bien le expliqué los avances científicos, vi en su cara que todo cobraba sentido para él.

Dicen las lecturas que algunos hombres incluso hasta suben de peso como sus parejas, sienten calambres en las piernas, sensibilidad en los dientes, dolor de muelas, presión arterial baja, dificultad para concentrarse, problemas para dormir y hasta cambios de humor repentinos!
Leí también que los familiares que están más próximos y participan en el embarazo de la mujer, son capaces también de tener esos síntomas.

Para nosotras las lectoras de repente suena como algo gracioso y hasta tierno, pero sé que por algún momento mi novio se sintió algo desequilibrado y absurdo. Sé que en el fondo se le pasó por la cabeza que los síntomas que estaba experimentando eran un signo de debilidad, y hasta recuerdo alguna ocasión en la que se mostró resistente y me tachó de exagerada. Claro está que a lo largo del tiempo aceptó y hasta disfrutó cada antojo con mucha ansia y felicidad.

Lo cierto es que para mí ese periodo de cambios durante el embarazo fue cuando yo me sentí más comprendida y amada por él. Digo “comprendida” porque él en carne propia podía por fin sentir lo que yo sentía, y digo “amada” porque velábamos uno por el otro y nos cuidábamos.
Verlo con esos cambios me hizo sentir que estaba tan involucrado con nuestro embarazo como yo lo estaba. Me permitió verlo anticipadamente como un buen padre y hasta percibí sus cambios como una obra de empatía hacia mi persona.
Yo nunca vi todo este proceso como un signo de debilidad, sino como un signo de compromiso.
Y lo amo por eso.

¿Alguna con una historia similar?



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