17 de febrero de 2015

SER MADRE EN EL PERÚ DE HOY


Recuerdo muchísimo la primera consulta con nuestro pediatra. 
Mi bebé tenía una semana de nacida y de pronto un día amaneció haciendo caquita líquida y de color oro (mostaza). Lo que nuestros cerebros de padres primerizos dijeron al instante fue: "Diarrea es equivalente a infección estomacal. Infección estomacal es equivalente a deshidratación; y deshidratación es equivalente a la muerte". Así, tal cual lo escribo: pensamos que nuestra hija estaba en riesgo de morir deshidratada. Así que inmediatamente hicimos cita con el pediatra y lo que resultó ese día de la consulta nos hizo cambiar nuestra perspectiva como padres para siempre. 
Luego de decirnos que nuestra bebé estaba bien, que no tenía la enfermedad terminal que nosotros le habíamos diagnosticado y que la consistencia y color de sus heces eran normales; el doctor al vernos tan agobiados nos dio una palabra de aliento:  


"Criar un hijo es muy difícil, nadie dijo que fuera fácil. Ustedes lo están haciendo bien".

Por supuesto que no le creímos ni una sola palabra. El mundo entero (en realidad todas las mujeres de nuestro al rededor) llevaban para ese entonces una semana entera confundiéndonos con sus consejos, todos distintos y contradictorios entre sí. Mi novio y yo, con la cantidad absurda de preguntas que le hicimos ese día al doctor, nos dimos a conocer verdaderamente como éramos: unos padres primerizos, asustados, confundidos, criticados e inseguros. Pero lo que nos dijo a continuación nos dejó verdaderamente con el ojo cuadrado: 

 "No escuchen lo que les digan los demás. Si te dan consejos o si te quieren hacer comer algo que se supone que te produce más leche, recíbelo y no lo tomes. Engañen a la gente y finjan que los escuchan. Al final ustedes son los padres y ustedes son los únicos que cuidan a su hija. Lo están haciendo bien, no se sientan mal".  

Me quedé pasmada y a punto del llanto. Estaba ese extraño alentándonos y prácticamente felicitándonos por nuestra labor como padres, mientras que el resto del mundo nos criticaba por lo mal que lo estábamos haciendo. Mi novio y yo nos miramos a los ojos, nos tomamos de la mano y lo escuchamos con atención. Nos dijo:

"A todos los bebés les da gases, les da diarreas, se enferman rápido y todos lloran. No es culpa de nadie, son cosas que pasan porque son bebés. Tratarán de echarte la culpa por algo que no hiciste bien (se dirigía a mí), pero no les hagas caso. A todos los bebés les pasa eso y no será por tu culpa. La sociedad peruana está acostumbrada a culpabilizar a la mujer por todas las desgracias presentes, pasadas y futuras de sus hijos. Ni los escuches, no es culpa de nadie". 

Para ese momento yo ya estaba con la mandíbula descolgada por el asombro y sentí que ese hombre con sus palabras me quitaba todo el peso que llevaba en los hombros desde que nació mi hija. Todo lo que dijo era precisamente lo que necesitaba escuchar. Me llené de instinto materno y cual si fuera una terapia psicológica, salimos de la consulta llenos de energía y de positivismo. Nos prometimos mi novio y yo desde ese entonces que no permitiríamos nunca más que la gente nos abrume de esa manera hasta el punto de hacernos dudar de nuestras destrezas como padres (y mucho menos hasta el punto de hacernos dudar de nuestras destrezas como pareja!). Y así lo hemos hecho desde entonces.

Nuestras familias sufren terriblemente con nosotros y han aprendido a "sufrir" en silencio por nuestra bebé. Dicen que somos unos papás relajados y que muchas veces no hacemos las cosas "como se deberían de hacer". La gente a nuestro al rededor se contradice mucho y son muy críticos (sobretodo con los padres primerizos). Puede llegar alguien diciendo que el bebe está demasiado desabrigado e inmediatamente después llega otra persona diciendo que se necesita abrigarlo más. Critican hasta la forma en que se cambian los pañales, la forma en que se lava la ropa del bebé, la forma en que se hace dormir al bebé. la forma en se carga al bebé, por el tipo de leche que se le da, por el tipo de comida que come la mamá y un largo etcétera, etcétera, etcétera.

Pero yo que he tenido la oportunidad de vivir en otros países, jamás he visto tanta crítica en torno al tema de la maternidad y mucho menos entre las mismas mujeres y madres. Entre nosotras mismas nos criticamos y somos muy duras unas con las otras.  Es como si fuera una competencia por  ver quién lo hace mejor o por ver quién tiene la mejor solución.
¿Saben? El pediatra tiene razón, a las mujeres en el Perú se nos da muchísima carga.

Yo estoy segura que muchas de nosotras alguna vez hemos criticado a otra madre porque ha hablado mal de su propio hijo (a), porque esa misma mujer ha confesado abiertamente que la maternidad le resulta asfixiante, porque ha regresado a trabajar muy pronto sin tener la necesidad de hacerlo o porque ha optado por la leche en fórmula en vez de la leche materna. Esto último lo veo a diario en los blogs que sigo por internet. El tema de la leche materna es la excusa perfecta para juzgarnos, para acuchillarnos y criticarnos cruelmente sin respetar a las demás. La leche materna es lo mejor que existe, yo estoy de acuerdo con eso, pero la leche en fórmula no es ningún veneno tampoco. Por Dios! Somos insensibles ante las experiencias de las otras y nos encanta juzgar. 
Esto me recuerda que hace unas semanas en un blog que sigo en internet, una mamá primeriza se quejaba por el dolor, la sangre y las grietas espantosas que la lactancia le habían ocasionado en los pezones. Esta mujer, con mucho dolor, comentó que había dejado de amamantar a su bebé por una semana para que le sanaran los pechos y solicitaba ayuda al resto de mamás cibernéticas con tips para que la cura sea más rápida. ¿Adivinan qué fue lo que pasó?: SE LA TRAGARON VIVA. En vez de consolarla en su dolor, darle consejos para que sus pechos sanen pronto o recomendarle que vaya al doctor, la gente le decía que aguante el dolor y que no dejara de darle de mamar a su hijo, que eso es lo que sufre una madre.
Yo me quedé horrorizada y en las 40 respuestas que obtuvo esa consulta, casi ninguna decía algo de consuelo o de ayuda, todo era de crítica por haber dejado de lactar y todo giraba en torno a la resignación del dolor. Ninguna se atrevió a decir, "a mí también me destrozaron los pezones y por eso dejé de lactar como tú". Nadie. Y todas las que somos mamás y hemos dado de lactar, sabemos que es una de las mayores causas para dejar de amamantar a nuestros hijos, ¿verdad?.
El dolor, ese dolor que no se nos permite sentir a las madres. El llanto, la renuncia, el cansancio. Nada está permitido en el Perú para una madre. Todas debemos ser sacrificadas, buenas madres, buenas esposas, buenas trabajadoras y soportar el dolor de la maternidad en silencio. La sociedad nos está volviendo (nosotras nos estamos volviendo) autosuficientes y rígidas.

Yo tuve un embarazo horroroso, no era nada de lo que esperaba o escuchaba a mi alrededor, y todos me juzgaban con látigo por ser sincera, por NO aguantar con elegancia la sangre que salía de mi garganta de tanto vómito y por NO sentirme feliz de renunciar a uno de mis trabajos soñados. En forma sarcástica, de ahí surgió el título del blog: "Mamá con Drama" porque era yo, según ellos, una dramática en serie. Una tipa que no sabía aceptar las renuncias y el dolor que la maternidad conlleva y era egoísta con mi bebé. No se me permitió la queja y mucho menos quejarme del dolor.

Por eso siento que el embarazo en el Perú está muy idealizado y la maternidad en general está muy restringida. Nos limitamos tanto que estamos dejando entrar a personas que no debemos (críticas del exterior) y estamos alejando a quienes por derecho les corresponde participar: a nuestros esposos.



PD. Como siempre, perdonen la honestidad.

Si te gustó esta publicación, puedes leer EL PRIMER DÍA QUE LA DEJÉ SOLA CON SU PADRE.

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