Desde la cuarta semana de embarazo me di cuenta que el dolor de senos sería algo que tendría
que soportar durante los próximos 8 meses de mi vida (o incluso más). El dolor era tan tremendamente jodido como el
que sentí a los 10 años cuando me empezaron a crecer los senos. Yo, una niña
más pequeña que el promedio de compañeras pero con el busto más desarrollado de
todo el salón de clases, recuerdo únicamente que el dolor era agudo e
insoportable. Las que se identifiquen con mi persona recordarán que era un
suplicio caminar rápido, hacer educación física, tambalearse de un lado al otro
y sobretodo saltar con tus amiguitas. Ahora, ya adulta y embarazada me sucedía
lo mismo; e intentar ponerme o quitarme
el sostén era un arte. Y si por alguna casualidad del destino me rozaba, no
podía cometer la locura de sobarme el seno o hacerme cariñitos; solo me quedaba
aguantar el dolor y esperar a que nada ni nadie me vuelva a rozar ni un
milímetro de mi ser por el resto del día. Pero no se trataba solamente de ser
cuidadosa con mis senos y listo, sino de
saber aguantar con elegancia el dolor que a veces era inevitable. Y cuando digo
inevitable me refiero al dolor que sentía a diario con la presión del agua de
la ducha cayendo sobre mis senos, cuando alguien cariñosamente me abrazaba,
cuando era hora de acomodarme para dormir o cuando simplemente tenía que
vestirme o desvestirme. Fue un periodo bastante doloroso que nadie me advirtió,
y si lo hicieron, jamás me lo describieron con tanto detalle como lo hago yo
ahora en este escrito.
Pero para una mujer adulta que antes ya tenía los senos más grandes
que el promedio de mujeres de su edad y de su estatura, aceptar los cambios del
embarazo representaba un caos adicional. De repente las que no estaban
contentas con el tamaño de sus senos antes del embarazo el Dios de las Tetas les
haya hecho un tremendo favor; pero para las que ya teníamos el busto grande solamente
significaba mucho dolor de espalda e
inversión extra de dinero en consultas con el quiropráctico. El dolor para mí era
desesperante, sí, lo era; pero aún más desesperanzador era ver que pasaba de
una talla aceptable de sostén a una “talla de abuela” (40B o 40C en Perú). Ver
que mis sostenes 38B ya no me quedaban y que por el contrario me apretaban y me
causaban más dolor, me obligó a viajar de tienda en tienda para buscar sostenes
que solamente venían en dos versiones horrorosas:
1) Sostenes en tres horribles
colores enteros: blanco, negro y “color carne”
2) Sostenes con estampados feos y pasados
de moda.
¡Nada más que eso! Así que encima de aguantar el dolor de tetas durante
todo ese tiempo tuve también que empezar a usar sostenes de abuela de los años
90.
Pero el drama no sólo se centraba en el tema de los sostenes, sino
también en el tema de los polos y blusas. Si eres una mujer voluptuosa como yo,
el embarazo no hará más que obligar a la gente a verte como una prostituta
barata que le encanta mostrar lo que le sobra para jalar clientes. Tus tetas se
verán descomunales, la gente lo notará y los mañosos de la calle aún más.
Y bueno, al hablar tan crudamente del crecimiento de los senos no puedo dejar de hablar tampoco de lo que
sufrieron mis pezones y mis aureolas. Pero para que entiendan mi frustración
tengo primero que decirles que yo, antes del embarazo, amaba mis senos. Era de
esas mujeres que se podían dar el lujo de usar un sostén de encaje o de no usar
sostén alguno. Esto se debía a tres razones: 1) tenía las aureolas pequeñas, 2)
tenía las aureolas súper claras (casi del color de mi piel) y 3) tenía los
pezones planos. Sí, pezones planos señoras. Pezones tan planos que si me ponía
al frío mis senos jamás me delatarían. Y aureolas tan pequeñas y claras que
jamás se distinguirían a través de un sostén de encaje o una blusa
transparentona. Dicho todo esto, comprenderán ahora mi frustración de verme al espejo con unas aureolas crecidas a tal punto que
habían terminado abarcando casi la mitad de la circunferencia de mi seno y que
se habían vuelto tan negras como la suela de mi zapato. Sí, negras, muy
oscuras, marrón oscuro y encima brillantes.
Pero la transformación y la desesperación por mis pezones son un tema aparte, y digo tema
aparte porque supusieron un sufrimiento y una preocupación adicional a mi vida
desde que supe que estaba embarazada. Fue para mí una tortura diaria hacerme
esos masajes tan dolorosos que mi ginecólogo y el resto de la humanidad a mi
alrededor insistía que me tenía que hacer. Decían que si no me los hacía “no
podría dar de lactar”, “que el bebé no tendría de dónde agarrarse”, “que mi
hijo sufriría”, “que gastaría mucho en leche en fórmula por no poder dar de
lactar”, “que se me acumularía la leche en los senos y sentiría mucho dolor”,
“que la primera leche es la más importante para el bebé”, “que si no lo hacía
me saldrían heridas en los senos” y así sucesivamente.
¡Claro! Para ellos era fácil decirme eso
porque no les reventaban las tetas de dolor
por tenerlas al doble se su tamaño. Fácil era pues para ellos
aconsejarme que me masajee por 10 minutos/5 veces al día para que mis
inexistentes pezones planos se conviertan en chizitos o en corchos! Súper fácil
para ellos y súper difícil para mí. Me hice esos benditos masajes por más de 5
meses pero mi pezón plano solo creció a la altura de una lenteja y dejé de
hacérmelos porque no creí que más dolor hiciera la diferencia. Ya suficiente dolor emocional por sentirme mala madre por quitarle la posibilidad a
mi hija de tomar leche de su mamá.
Click aquí para leer la segunda parte.
Click aquí para leer la segunda parte.
Y si quieres seguir leyendo sobre otras cosas que nadie te dice del embarazo, dale click a cualquier enlace de abajo (agrego más enlaces cada cierto tiempo, así que atentas):
LOS VÓMITOS DEL EXORCISTA (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
INSOMNIO DE 40 SEMANAS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
HUMANA CON CUERPO DE CERDO (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
LOS VÓMITOS DEL EXORCISTA (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
INSOMNIO DE 40 SEMANAS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
HUMANA CON CUERPO DE CERDO (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar