2 de octubre de 2014

METAMORFOSIS DE LOS SENOS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.


Desde la cuarta semana de embarazo me di cuenta que el dolor de senos sería algo que tendría que soportar durante los próximos 8 meses de mi vida (o incluso más).  El dolor era tan tremendamente jodido como el que sentí a los 10 años cuando me empezaron a crecer los senos. Yo, una niña más pequeña que el promedio de compañeras pero con el busto más desarrollado de todo el salón de clases, recuerdo únicamente que el dolor era agudo e insoportable. Las que se identifiquen con mi persona recordarán que era un suplicio caminar rápido, hacer educación física, tambalearse de un lado al otro y sobretodo saltar con tus amiguitas. Ahora, ya adulta y embarazada me sucedía lo mismo;  e intentar ponerme o quitarme el sostén era un arte. Y si por alguna casualidad del destino me rozaba, no podía cometer la locura de sobarme el seno o hacerme cariñitos; solo me quedaba
aguantar el dolor y esperar a que nada ni nadie me vuelva a rozar ni un milímetro de mi ser por el resto del día. Pero no se trataba solamente de ser cuidadosa con mis senos  y listo, sino de saber aguantar con elegancia el dolor que a veces era inevitable. Y cuando digo inevitable me refiero al dolor que sentía a diario con la presión del agua de la ducha cayendo sobre mis senos, cuando alguien cariñosamente me abrazaba, cuando era hora de acomodarme para dormir o cuando simplemente tenía que vestirme o desvestirme. Fue un periodo bastante doloroso que nadie me advirtió, y si lo hicieron, jamás me lo describieron con tanto detalle como lo hago yo ahora en este escrito.

Pero para una mujer adulta que antes ya tenía los senos más grandes que el promedio de mujeres de su edad y de su estatura, aceptar los cambios del embarazo representaba un caos adicional. De repente las que no estaban contentas con el tamaño de sus senos antes del embarazo el Dios de las Tetas les haya hecho un tremendo favor; pero para las que ya teníamos el busto grande solamente significaba mucho dolor de espalda e inversión extra de dinero en consultas con el quiropráctico. El dolor para mí era desesperante, sí, lo era; pero aún más desesperanzador era ver que pasaba de una talla aceptable de sostén a una “talla de abuela” (40B o 40C en Perú). Ver que mis sostenes 38B ya no me quedaban y que por el contrario me apretaban y me causaban más dolor, me obligó a viajar de tienda en tienda para buscar sostenes que solamente venían en dos versiones horrorosas:
1) Sostenes en tres horribles colores enteros: blanco, negro y “color carne”
2) Sostenes con estampados feos y pasados de moda.

¡Nada más que eso! Así que encima de aguantar el dolor de tetas durante todo ese tiempo tuve también que empezar a usar sostenes de abuela de los años 90.
Pero el drama no sólo se centraba en el tema de los sostenes, sino también en el tema de los polos y blusas. Si eres una mujer voluptuosa como yo, el embarazo no hará más que obligar a la gente a verte como una prostituta barata que le encanta mostrar lo que le sobra para jalar clientes. Tus tetas se verán descomunales, la gente lo notará y los mañosos de la calle aún más.

Y bueno, al hablar tan crudamente del crecimiento de los senos no puedo dejar de hablar tampoco de lo que sufrieron mis pezones y mis aureolas. Pero para que entiendan mi frustración tengo primero que decirles que yo, antes del embarazo, amaba mis senos. Era de esas mujeres que se podían dar el lujo de usar un sostén de encaje o de no usar sostén alguno. Esto se debía a tres razones: 1) tenía las aureolas pequeñas, 2) tenía las aureolas súper claras (casi del color de mi piel) y 3) tenía los pezones planos. Sí, pezones planos señoras. Pezones tan planos que si me ponía al frío mis senos jamás me delatarían. Y aureolas tan pequeñas y claras que jamás se distinguirían a través de un sostén de encaje o una blusa transparentona. Dicho todo esto, comprenderán ahora mi frustración  de verme al espejo con unas aureolas crecidas a tal punto que habían terminado abarcando casi la mitad de la circunferencia de mi seno y que se habían vuelto tan negras como la suela de mi zapato. Sí, negras, muy oscuras, marrón oscuro y encima brillantes.

Pero la transformación y la desesperación por mis pezones son un tema aparte, y digo tema aparte porque supusieron un sufrimiento y una preocupación adicional a mi vida desde que supe que estaba embarazada. Fue para mí una tortura diaria hacerme esos masajes tan dolorosos que mi ginecólogo y el resto de la humanidad a mi alrededor insistía que me tenía que hacer. Decían que si no me los hacía “no podría dar de lactar”, “que el bebé no tendría de dónde agarrarse”, “que mi hijo sufriría”, “que gastaría mucho en leche en fórmula por no poder dar de lactar”, “que se me acumularía la leche en los senos y sentiría mucho dolor”, “que la primera leche es la más importante para el bebé”, “que si no lo hacía me saldrían heridas en los senos” y así sucesivamente.  
¡Claro! Para ellos era fácil decirme eso porque no les reventaban las tetas de dolor  por tenerlas al doble se su tamaño. Fácil era pues para ellos aconsejarme que me masajee por 10 minutos/5 veces al día para que mis inexistentes pezones planos se conviertan en chizitos o en corchos! Súper fácil para ellos y súper difícil para mí. Me hice esos benditos masajes por más de 5 meses pero mi pezón plano solo creció a la altura de una lenteja y dejé de hacérmelos porque no creí que más dolor hiciera la diferencia.  Ya suficiente dolor emocional por sentirme mala madre por quitarle la posibilidad a mi hija de tomar leche de su mamá.
Click aquí para leer la segunda parte.


Y si quieres seguir leyendo sobre otras cosas que nadie te dice del embarazo, dale click a cualquier enlace de abajo (agrego más enlaces cada cierto tiempo, así que atentas):

LOS VÓMITOS DEL EXORCISTA (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
INSOMNIO DE 40 SEMANAS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
HUMANA CON CUERPO DE CERDO (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.




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