Trece (13) fue para mí el número del terror durante mi embarazo
porque ese era el máximo de kilos que podía subir para llevar un embarazo saludable. Pero ahora que ya pasó la tormenta me pregunto a mí misma, ¿cuántas son las personas que realmente terminan subiendo ese peso sin sobrepasarse? ¿cuál es el porcentaje de la población que cumple las reglas de peso durante el embarazo?, ¿cuál es el porcentaje de gente que sobrepasa el límite de peso?
En mis primeras semanas de embarazo yo veía esos trece kilos como
un futuro muy lejano y difícil de alcanzar, pero a medida que bordeaba los 7
meses de embarazo vi que ese número del terror estaba más cerca de lo que
pensaba. Reflexioné por las llamadas de atención de mi doctor y luego de una
crisis existencial me di cuenta realmente lo que significaba subir 13 kilos. Trece kilos es lo que pesa un niño de dos años, lo que pesa una TV LED de 42” y lo
que pesa una maldita bicicleta de montaña! Es un montón! Lo peor de todo es
que para ese momento de reflexión tardía yo ya me había pasado de la raya y
tenía que aguantar esos 13 kilos reglamentarios más otros 3 kilos adicionales de sobrepeso gestacional hasta llegar al horrible peso de 16 kilos.
Pero en defensa de todas las que tuvimos sobrepeso durante el
embarazo me pregunto, ¿cómo es posible resistirse a comer si nuestro desarrollado olfato de sabueso podría antojarnos de cualquier cosa que oliéramos
a kilómetros?
Pero entonces se preguntarán ustedes ¿cómo es que llegué a comer tanto
y a subir tanto de peso? Lo que sucede es que después de haber bajado 7 kilos
de peso por los vómitos explosivos durante 4 meses, me dediqué a recuperar el peso y a cebarme como un chancho
para “estar saludable”. Gran error el mío. Para colmo de colmos a partir de la
semana 26 empecé con la rinitis del embarazo, dejé de oler como perro sabueso y
empecé por lo tanto a comer como marrana.
Ay chicas!, las que aún no han pasado por la etapa de los antojos no pueden ni imaginarse el
placer que se siente cumplir un capricho culinario. Esos antojos hacen que
ensalives sólo con imágenes mentales. No es necesario ver u oler la comida en
cuestión, solo con imaginársela uno produce más saliva de la usual y no hace
otra cosa que pensar en eso por horas. Hay gente que cree que es una
exageración o capricho de las embarazadas y la verdad es que yo también pensaba
lo mismo antes de embarazarme, pero ahora que he vivido en carne propia esos
síntomas no puedo criticar a nadie más por el resto de mi vida. Claro, yo nunca
tuve esos antojos raros a mediados de la noche como he escuchado de otras
personas o he visto en las películas, pero sí tengo que admitir que de vez en
cuando me daban ganas de comer algunas cositas ricas a la salida del trabajo de
mi novio.
He escuchado también de gente que lleva los antojos al extremo y que tiene antojos raros.
Pero cuando hablo de antojos raros no estoy hablando de comer helado de mango con pepinillos crudos, sino de ingerir cosas no comestibles que no tienen ningún valor nutricional. Nos cuenta mi abuela materna que en uno de sus seis embarazos le dio antojo de comer la pared de la casa. Sí, la pared, esa estructura que sostiene el techo de tu casa, la pared. Y contaba mi abuelo que hasta le hizo un hueco de tanto mascarla! Yo morí de risa al escuchar eso porque solo a mi abuela le pasaría algo así, pero también me quedé con la boca abierta del asombro. Me imagino que debe ser el mismo asombro que ustedes lectoras deben sentir mientras leen la historia de mi abuelita, pero lo cierto es que este fenómeno es más común de lo que se piensa y se llama “pica”.
Entonces con toda esta avalancha de percepción de olores y antojos incontrolables
es que uno sin darse cuenta termina subiendo mucho de peso. Engordé y tenía la
apariencia de una humana con cuerpo de cerdo. Sí, una humana con cuerpo de cerdo y patas de elefante. Así de claras las cosas.
Entonces como les comentaba líneas arriba, llegados mis siete meses de embarazo yo, por supuesto, ya estaba al límite de mis trece kilos reglamentarios y por lo tanto terminé teniendo sobrepeso gestacional. Mi ginecólogo, asustado por la sed incontrolable que tenía, me derivó al endocrinólogo para descartar diabetes gestacional. Me hicieron unas pruebas de sangre y felizmente terminamos fuera de peligro. Me cuidé muchísimo a partir de entonces y controlé el peso y la sed como toda una artista. Bueno, no realmente. Tendré que confesarles que en mi última semana de embarazo me descontrolé terriblemente y se me abrió el apetito como si se avecinara la peor hambruna de la humanidad. Le pedí a mi novio que me controlara porque yo ya estaba fuera de mí, sólo me antojaba de tortas, salchipapas y mayonesa en cucharadas! qué horror! Pienso que era una consecuencia psicológica por el miedo del parto, pero sea como sea, sentí en carne propia los antojos que muchas mujeres experimentan durante todo su embarazo.
Tengo que agradecer ahora en esta publicación a todos los Dioses por haber sentido esos antojos incontrolables solamente durante mi última semana en mi embarazo, porque de haberlos sentido durante más tiempo hubiera explotado de gordura.
Click aquí para leer la segunda parte.
METAMORFOSIS DE LOS SENOS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
INSOMNIO DE 40 SEMANAS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
LOS VÓMITOS DEL EXORCISTA (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
Y si quieres seguir leyendo sobre otras cosas que nadie te dice del embarazo, dale click a cualquier enlace de abajo (agrego enlaces cada cierto tiempo, así que atentas).
METAMORFOSIS DE LOS SENOS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
INSOMNIO DE 40 SEMANAS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
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