Si hay algo que escuché constantemente durante todo mi embarazo, fue
a la gente decirme que durmiera todo lo que pudiera antes que dé a luz porque luego
me sería prácticamente imposible.
Dormir decían, como si fuera fácil yo les respondía.
La verdad del asunto es que en el embarazo no se puede dormir. Y no
estoy hablando del insomnio común del último trimestre, sino de todas las 40
semanas que dura el embarazo.
Nadie nos avisa que la tortura empieza desde el momento que nos
enteramos que estamos embarazadas. Sí, desde ese mismo momento en que ves esas dos
rayas rojas en la prueba de embarazo y que te cambian la vida para siempre. Ese
momento en el que la alegría y la
preocupación te consumen sin dejarte concentrar en las mañanas y sin
dejarte dormir en las noches. Esa contradicción que te hace reflexionar sobre tu
rol como hija, tu papel como hermana y hasta de tu futuro como esposa. Y claro,
como yo estoy llena de drama, era pues de esperarse que ese coctel de emociones
me fregara tanto el cerebro que llegase a consumir mi sueño durante casi dos
meses. Recuerdo esas noches interminables donde lo único que hacía era
preguntarme cosas que no podía responder y hacía cálculos mentales para poder
estirar el dinero como chicle. Preocupaciones, preguntas, miedos y ansiedades
concentrados en periodos largos de insomnio. Así de simple y de claro.
Pero no pasó mucho tiempo para que realmente tuviera que enfrentarme a mis demonios y miedos más
internos, esos que salen de lo más profundo de tu ser a través de pesadillas. Sí, esas pesadillas que
todas las mujeres embarazadas que conozco las tienen. Esas que no te dejan
pegar el ojo porque se repiten constantemente y te aterrorizan cual niño en la
oscuridad. Recuerdo con exactitud que mi pesadilla recurrente me mostraba una
escena en la que yo cargaba a un bebé y se me moría en brazos porque me
olvidaba de alimentarlo. ¡Se me moría en brazos!, ¡qué horror! Una verdadera
tortura para soportarla con tanta frecuencia, a decir verdad. Leí y comenté con
amigas sobre estos florecientes temores e inseguridades y la verdad es que me di cuenta que eran muy
comunes y transitorios. Como dice el dicho “no hay mal que dure cien años ni
cuerpo que lo resista”, llegó el momento en que los miedos desaparecieron y mi
instinto maternal y de supervivencia me permitieron dormir nuevamente de largo
durante toda la noche.
Y como ilusa que soy, pensé que la cosa acabaría ahí. Pensé que era
hora de tomar el consejo de la gente de “dormir todo lo que pudiera porque
después no podría hacerlo”. ¡Que tontita yo! Aunque lo intenté no pude hacerlo porque
fue el momento cuando empecé con las náuseas
y vómitos durante toda la noche. Y cuando yo digo “durante toda la noche”
es porque realmente duraban toda la noche. Como ya les comenté en el post anterior donde hablo sobre mi experiencia con los vómitos en el embarazo, si por alguna razón del
destino me despertaba durante la noche era un hecho que no podría conciliar
nuevamente el sueño hasta vomitar. Dormía tres horas de corrido y casi siempre
me despertaba a vomitar en la madrugada. Si no me despertaba, era un hecho que
me despertaría a las cinco de la mañana para expulsar todo lo que me había
aguantado el estómago durante la noche. Y esto duró 4 meses señoras, 4 largos
meses de tortura.
Entonces queda claro que no dormía casi nada. Estaba jodida.
Para el momento en que mis días de vomitar como el maldito exorcista
ya estaban acabando, yo pensé que de verdad ya había acabado el drama. Error.
Las cosas no tenían ni intenciones de terminar y por el contrario me di cuenta
que recién estaban empezando.
Alrededor de mis 20 semanas de embarazo empecé a despertarme por lo
menos una vez en la noche para orinar.
Los riñones trabajan mucho y el peso del bebé empieza a aplastar la vejiga, así
que es muy difícil contener la orina por más de 4 horas seguidas (incluso en
las noches). Jamás, lee bien, jamás a partir de ese momento se vuelve a dormir
de corrido porque siempre habrá algo que te despierte durante la noche. Si no
son los litros absurdos de orina que salen sin control, son los antojos nocturnos, la sed incontrolable o los gases. Esos
gases tan dolorosos que se acumulan como bombas con púas debajo de tus costillas
y se mueven como dueños de casa hasta tu espalda. ¡Horrible! Y como si la orina, la sed, el
hambre y los gases no fueran poco, como cereza en el pastel nos queda hablar de
la temida rinitis del embarazo. Recuerdo
que esa maldita rinitis hizo que yo me despertara casi todas las noches por
culpa de mis propios ronquidos y me atorara con mi propia flema. Me levantaba
de la cama como un zombie para sonarme la nariz y para refrescarme la garganta irritaba
de tanto respirar por la boca.
Llega entonces el punto que como tienes tanto tiempo despierta
durante la noche te preguntas: ¿cómo es que el maldito de mi marido no se
despierta con mi bulla?, ¿cómo es que duerme tan rico y sin preocupaciones?, ¿por
qué la maldita evolución hizo que yo arrastrara con todos los síntomas del
embarazo?, ¿por qué él tiene derecho a dormir tan plácidamente?, ¿por qué todo
el mundo me aconseja dormir cuando saben que es casi imposible?
Yo he llegado a la conclusión que la gente aconseja ese tipo de
cosas porque:
A) aún no ha tenido hijos,
B) tuvo lo que yo llamo “un embarazo genial y de libro”
C) tiene amnesia selectiva y no recuerda su embarazo
D) es hombre y no tiene ni idea de lo que habla.
Y si quieres seguir leyendo sobre otras cosas que nadie te dice del embarazo, dale click a cualquier enlace de abajo (agrego más enlaces cada cierto tiempo, así que atentas):
LOS VÓMITOS DEL EXORCISTA (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
METAMORFOSIS DE LOS SENOS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
HUMANA CON CUERPO DE CERDO (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
LOS VÓMITOS DEL EXORCISTA (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
METAMORFOSIS DE LOS SENOS (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
HUMANA CON CUERPO DE CERDO (Parte I). Cosas horribles del embarazo que nadie te dice.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar