Para sobrevivir el primer mes de postparto lo primero que tuve que hacer fue quitarme de la cabeza que yo podría hacerlo sola. Nada de creerme la súper mamá, de creerme la autosuficiente, ni de darle al mundo la idea que todo era natural y fácil para mí. Nada de eso.
La última semana de embarazo me empecé a preparar mentalmente para frenar a mi "yo controladora" y a mi "yo organizadora" y a hacerle más espacio a la nueva "yo que se equivoca". Entendí, después de mucha lectura y mucho autoanálisis, que no podría seguir al pie de la letra lo que dice la tan exquisita Teoría del Apego y que era probable que no podría amamantar, colechar, ni portear como yo me lo había imaginado (mejor dicho, como lo había ilusionado).
Pero para que entiendan la frustración que tenía adentro, hay algo que tengo que decir de mí y que los que me leen aún no saben: soy psicóloga familiar de profesión. Y es por ello que yo, más que cualquier simple mortal, entendía la necesidad psicológica de mi bebé de estar conmigo todo el tiempo. Pero había otra parte de mi ser (la humana corriente), que sabía que llegado el punto colapsaría emocionalmente por lo abrumador que es la maternidad.
Así que puse los pies sobre la tierra y dejé de autoexigirme o de leer lo que otras personas decían en los blogs de maternidad que sigo en internet; y en el primer mes de postparto hice lo siguiente: